ANTONI GAUDÍ vs JEAN NOUVEL
Antoni Gaudí no está muerto: ésta sí es la exclusiva del día.
No vayáis a creer que le congelaron junto a Walt Disney en los hielos de la Antártida y que falta poco para que el deshielo les despierte a los dos.
El colmo sería que el padre espiritual de Mickey Mouse le estuviera convenciendo, desde el limbo frigorífico, de que convirtiera la Sagrada Familia en el nuevo Eurodisney nada más volver a la vida, a la Tierra...
Ya me diréis que tal como van las cosas, la densidad turística alrededor de la obra maestra del arquitecto catalán ya supera la del parque temático lluvioso en las afueras de París... que el merchandising gaudíesco no tiene casi nada que envidiar a la mercadotecnia del ratón y de sus colegas. Y unos se preguntarán por qué no aprovechan los andamios que apuntalan y las eternas grúas que decoran la fabulosa iglesia para hacer puenting.
Tiembla, Space Mountain de Marne-la-Vallée, hay competencia desleal en una ciudad de clima mucho más ameno...
Gaudí no está muerto. La historia del tranvía que le atropelló en 1926 es una falacia que esconde una extraña verdad. Lo que pasó, mejor dicho que está por pasar, es que el LHC, el colisionador de partículas de Ginebra, alcanzó su velocidad de crucero alrededor del 2010 y consiguió crear una verdadera máquina del tiempo que, burlándose del espacio y del tiempo, raptó a Antoni en una calle barcelonesa, en 1926 claro, y se lo llevó a otro planeta.
Un espacio fuera de nuestras referencias donde el tiempo pasa tan lentamente que desde entonces a Gaudí apenas se le ha salido una arruguita de na'.
¿Por qué le elegieron a él? Porque pensaron - y a lo mejor se equivocaron - que el hombre se había adelantado a su época. ¿Quiénes son "ellos"? Unos admiradores de Antoni.
Tenían un plan para el futuro para él.
¿Qué plan? Muy sencillo.
Al subirse al Tibidabo, monte desde el cual se contempla la Ciudad Condal apaciguada por la bruma solar, se dieron cuenta - en el año 2008, por ejemplo - que el skyline de Barcelona había cambiado en las últimas décadas.
Si desde hacía unos 15 años, lo primero que se divisaba desde las alturas eran los dos torres - el hotel ARS y la torre Mapfre - que se erguían a la orilla del paseo marítimo, existía un elemento arquitectónico que había modificado sustancialmente el paisaje urbano: la Torre Agbar de Jean Nouvel. La Torre era objeto de controversia. Unos decían que tenía forma de supositorio, otros que era muy fálica y no faltaba quien pensara que el falo era, a veces, el mejor de los supositorios.
La señora Agbar, fruto de la arquitectura corporativa dado que albergaba la Sede de las Aguas de Barcelona no dejaba indiferente a casi nadie y es también cierto que, por los días brumosos que solían caracterizar a la Ciudad Condal, se veía más claramente desde el Tibidabo que la Sagrada Familia, cuyo espléndido color tierra se confundía a menudo con el limbo luminoso del día.
Mientras que Jean Nouvel no paraba de decir que su obra era un homenaje al alocado arquitecto, los defensores de éste no dejaban de pensar que el francés se había empeñado en diseñar una torre que eclipsara al increíble templo.
Esos mismos defensores - aka ellos - se las arreglaron para hacer amigos que trabajasen en el LHC y con su ayuda y beneplácito, decidieron traerse a Gaudí de vuelta para que opinara sobre el tema y replicara diseñando una obra aún más magistral (entretanto se lo habían llevado a un planeta lejano, no sé si me seguís en esta paradoja temporal).
Y han ido a buscarle en una nave espacial, que no es ni más ni menos que la propia Torre Agbar. Fijaos en la foto. ¿No os parece que está a punto de despegar para burlarse de las distancias cósmicas?
Entonces, si todo va bien, pronto Gaudí reaparecerá en la ciudad cuya fama actual ha construido a golpe de genialidades en serie. El dragón del Parque Guëll está que echa humo de tantos turistas que le sacan fotos, igual se rebota algún día de verdad y les escupe llamas a la cara. Hay un Mc Donald's en frente de la Casa Batlló y centenas de baratijas en venta alrededor de la Sagrada Familia y los escaparates de las tiendas de recuerdos están repletas de productos derivados del catalán.
En fin, aún no sé si Gaudí volverá a su amada ciudad en la nave espacial Agbar y en el caso mágico de que sí lo hiciese cómo reaccionaría al ver el nuevo skyline...
Lo que sí sé es que si tengo que elegir entre el culto al corporatismo y la fe (en un dios apasionado por el entorno mediterráneo), opto sin pensármelo dos veces por la segunda. Siendo agnóstica, enamorada de la belleza e interesada en la arquitectura actual.
Un abrazo a la peña con la que he pasado un finde inolvidable en Barna.
Adeu.
3 comments:
Me gusta mucho la idea de que Gaudí esté viajando en el tiempo hacia nuestros días. Ya decíamos todos que era un adelantado a su tiempo y que por justicia debía estar en otra época, y no sólo él sino muchos otros. La cuestión es que aún hoy en día no sé si estamos a la altura. Ahora que lo pienso, mejor dejar las cosas como están, no sea que pase de largo por nuestra época y que los demás hagan lo mismo sin dejarnos sus obras de otros tiempos, de otras mentes.
Un beso,
Ricardo
Estamos locos, o qué?
aún tenemos atragantada la sagrada familia como para que aparezciera de nuevo ...
ejercicio práctico 1: imaginad al señor G. trabajando con Calatraba en un templo a San Ikea.
Rica,
Efectivamente sería un corte que Gaudí menospreciara la época en la que estamos viviendo. Y no sé hasta qué punto le gustaría darse cuenta de que la afluencia turística no siempre es la mejor aliada de la magia...
Prete: eres el más revolucionario, como siempre.
Cuidado con la tortilla... (ya sabrás por qué!),
un beso a los 2 (quiero decir un beso para cada persona. Ya sé que estamos en tiempos de penuria, pero no es una razón suficiente como para comnpartir los besos.
O sí?)
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